Noche europea como las de antaño la vivida ayer en el Sánchez Pizjuán.
Venía el Sevilla de cinco partidos consecutivos perdiendo. Al conjunto de Manzano le servía el empate ante el equipo, junto con el Barcelona, más en forma de Europa. El Borussia Dortmund es líder indiscutible de la Bundesliga, donde saca 11 puntos al segundo y 17 a un histórico como el Bayern Münich.
Pero una vez más los alemanes encontraron en los hispalenses su bestia negra. En la ida ya perdieron 0-1 con gol de Cigarini, y ayer volvían a tropezarse con el grande de Andalucía.
Al Sevilla le servía el empate, pero en el minuto 4 ya se adelantaban los alemanes mediante el japonés Kagawa. Partido cuesta arriba, pero el magnífico ambiente que se vivía en el estadio pronosticaba una remontada en la que pocos creían.
A la media hora de partido, Romaric y una vez más, el gran Kanouté, remontaban y ponían el 2-1. La grada enloquecía. El malí, mejor del partido hasta ese momento, se lesionaba y el equipo lo notaba haciendo los peores minutos.
En la reanudación, Subotic (gran central), ponía el 2-2, lo que hacía presagiar una segunda parte de sufrimiento. Pero por más que lo intentaban, los teutones se estrellaban contra el muro sevillista.
Sangre, sudor y lágrimas ha costado este pase a dieciseisavos. Caeríamos en un error todos los sevillistas si nos recreáramos en esta clasificación. Más que alegría, la clasificación aporta una inyección de moral a la plantilla. Un punto de inflexión dentro de una temporada nada fácil para Manzano. A partir de ahora toca poner la misma intensidad que la que pusieron los jugadores ayer y seguro que llegan más victorias.
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